miércoles, 26 de septiembre de 2012

De acarreo


En el bosque de columnas de acarreo, me desnortaré, tu planta basilical, es el camino propicio hacia tu altar, iridiscente norte, que dos estípites de jaspe flanquean, tu saturnal y magnética aura es vicio que me arrastra febrilmente, es almibarada la luz que filtra la linterna de tu gallonada cúpula. Crepita mi cuerpo, ante tu nuciente fulgor y no puedo ni farfullar plegaria que me redima del pesado gravitar del tetramorfos de tus pechinas. Es el infortunio y la agria consecuencia de la damnatio magna, nada era tuyo, pero tras el retallado todo a ti pertenece. Restañaré las llagas en el usurpado iconostasio, parapetado entre los mórbidos mármoles reprimiré el llanto por el miedo a la reverberación, besaré la filacteria de mi brazo, palabras no borradas de mi Dios. Soberbia con la dalmática te pavoneas, con la mitra de mi predecesor, bello marco de plata corleada que has robado a mi Dios.



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