domingo, 23 de septiembre de 2012

La yema del indice

Rellenare las instancias, mientras en la sala de las almas canta el gorrión. Sera tu burocracia desmedida el tormento de tu casa, pleitear, para nada conseguir, duelo caligráfico, de dolorosas peticiones. Me lamentare en la árida estancia, minutos antes de la negación. Y con la puerta ya cerrada construiré. Abandonare la postración que me impedía signar. Tengo gastada la yema del indice, se borro 
en el laberinto sufrido, laberinto de papel. Vicio de pedir, vicio de mendigar, e implorar, un alma, una bella alma que tilde mis actos, mis acciones, mis obras, mi derroche atroz en este mundo de desafectos, de esclusas que me embalsan y embotan, impidiéndome, el bello devenir del cauce propicio, hacia el bello y salado mar del descanso. En tu celo por impedir el disfrute, del don del alma, a los vientres hipervisitados, de las rameras de tus alcobas, me condenas a mi, a este deambular sin ser y sin nimbar que es la vida en tu agrio reino. Morirá la viciosa madre, tras las ponzoñosas irrigaciones a las que someterá a su vástago, muerto el ser en sus entrañas se terminara el padecer, con el estrépito del alarido de la mala madre. Y en su descanso eterno alojara por siempre al niño no nato, ser de su ser, carne de su carne, veneno
que por el cordón umbilical paso de uno a otro condenado a ambos a un infernal descanso eterno.



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