martes, 9 de octubre de 2012

Al lado de la tierra de nadie


Ayer estuve paseando entre olivos, los olivos de la tierra roja, a la que la escorrentía hiere y tortura, rasgando su aluvión.
Ahora hay mas zarzas, mas descuido, las resistentes encinas avanzan en su afán colonizador, y incluso los pinos piñoneros nacidos de los grandes pinos de la finca de al lado también avanzan sobre el olivar. Todo es un poco mas agreste pero sigue trayéndome muchos recuerdos.
Recuerdo aquel viernes, el del incendio, cuando se quemo la pequeña casa, veíamos en el televisor rojo unos dibujos animados en blanco y negro, en aquella época teníamos un generador de gasóleo. No fue grave, pero ese día mis tíos decidieron que construirían una nueva casa. 
Recuerdo las ovejas que se comían los mamones de la tronconera donde escondíamos los tesoros, todo era inmediato, manejable, fácil, el ayer y su enormidad, volví a ver la ruina de la casa de la huerta, y me resulto pequeña. Al lado de tierra de nadie estaba el improvisado pudridero, con huesos de ovejas y perros, mis tíos siempre tuvieron mastines, ayer aullaban demandando afecto.
Recorrí los pozos, las charcas, el perímetro de las 48 hectáreas del olivar, atendí a la yegua que entre los perros parecía distraída, y volví a pasar delante de las alborotadoras gallinas, me marche con el propósito de al día siguiente volver.

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