viernes, 18 de abril de 2014

Gabriel García Marquez

Y en Macondo llueve a mares en los funerales del hacedor.
Se fue el líder, el vientre paridor de excentricidades, de lutos encadenados, que se encadenan ahora a los lutos que se guardaran por él.
Se evaporo en su selva, en los tejados de zinc que arden al sol.
Se evaporo su esencia derrochada hasta el último instante en los otoños de los patriarcas, en la memoria de las putas tristes, en las ausentes cartas del coronel, en el remolino de la hojarasca.
Llueve a mares y precipita la lluvia oliendo a ti, con un dolor amargo de cólera, con la intranquilidad que genera perder, con el desasosiego de la maldición de los Buendía.
Complejos personajes en complejos ambiente,exquisito ambiente para tan complejo personaje.
No es la gloria un salvoconducto a lo eterno, es solo un visado para tus barrocos hijos, para que viajen cabalgando en tus renglones, saltando y atormentando la mente de tus infinitos congéneres lectores.
Todo va a parar a la mar, a la mar inmensa, también a la mar va a parar la lluvia de Macondo. 
Allí podrás entretener hipocampos y bellas anémonas con tus enrevesadas historias de amor, amor divino, amor humano, pasión de seres que no abarcan el mundo y en el no abarcar se dedican a construir puentes entre realidad y ficción, entre la dicha y la decepción.
Se fue olvidando que se iba el que la lluvia en Macondo invento.
La vida es para contarla porque esta anunciada nuestra muerte y al que cuenta no se le puede olvidar.

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