domingo, 17 de agosto de 2014

No tiembla la mano del que empuña el sable

No me digas que la noche ha vuelto.
Que el principio ha llegado a su fin.
No rinde a la rosa el sable.
Solo con desdén altanero la decapita.
Ruleta de los desafortunados.
Flores débiles codiciadas por su quebradizo talle.
Día de gloria exprimido hasta el extremo.
Prolongado en claridades artificiales, buscadas por los pasillos siniestros.
No me digas que ya ha llegado la noche, con su estela de miserias.
Que ya ha llegado mi marchito estadio de duelo.
Que pronto olvida el devorador de belleza.
El nombre del ángel caído, que ya la belleza ha perdido.

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