sábado, 11 de marzo de 2017

Con los ojos encendidos de un profeta


Enharino mis frases, para hacerlas de nieve.
Pulo mis palabras, para hacerlas menos cortantes.
Lamo y relamo mi verbo de ira.
Mi verbo claro y violento.
Verbo alto que cimbrea al necio.
Desde el alminar despierto al valle.
Soy almuédano que esputa aborregadas verdades.
Que fácil es proyectar sombra en lo llano.
Que fácil es despuntar en esta vulgar altiplanicie.
Hablo con los ojos encendidos de un profeta.
Con la mirada y la lengua de fuego que me da conocer.
Mas no tengo eco, sólo recojo en los campos que siembro infecta cizaña.
Trigo que cae en pedregales.
Trigo que se come el grajo.
Trigo que la mano del embaucador roba, para sus caprichos de miserable.
Cuido y no descuido las formas, en este raso mundo.
Y aun así ni con algodón de azúcar, el trago resulta menos desagradable.

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