sábado, 8 de julio de 2017

Berenice


La ficción nunca supera a la realidad. La realidad y sus descarnados matices no son aptos para ser novelados.
Una nube de moscas oscurecía el pringoso velador de mármol de la terraza del Café Internacional, moscas que en aquel blanco ruedo de Macael libaban, los turbios néctares remostosos de los excesos de la noche anterior.
Berenice, las espantó y se sentó a la sombra raquítica de la palmera washintonia, café negro para aclarar la agotadora noche. El sol mordiente evidenciaba la decadencia, mostraba la sinceridad de unos labios rojos que querían descansar, delataba la somnolencia de unos ojos negros con demasiada sombra azul, sol que iluminaba la bizarra barba del querer y no poder ser. 
Sorbió el café frío y espanto con sus enormes manos de uñas rojas, la nube de moscas y se levantó y entró en el local.

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