jueves, 7 de septiembre de 2017

El Golpe catalan


La razón necesita defensa, cerco legal que la ampare.
La razón, no busca el zafio y cortoplacista interés.
La razón, es transparente y su delicada e impregnante presencia, se cercena fácilmente con el humo tóxico de la sectaria soflama.
Sin horma legal, todo se deshorma, todo se desparrama, y lo primero en tiznar es el partidista interés de los príncipes de la roña, príncipes que ni farfullan bien el dialecto con el que se tildan.
Confunde el mediocre, su ganancia con la razón, y enfunda el desatino con mil mentiras, que procesiona con estandartes de opereta y gorigoris de metralla, segando la palabra a quien aventó la razón, separandola desde su tribuna de la emponzoñadora cizaña.
Todo es tan patético, tan nazi, tan bananero, tan Maduro, casi podrido.
Abierta la arqueta de la miseria moral, son muchos los que en ese barrizal se enlodan.
Son los pajarucos vestidos de títere, los que hablan del todo, cuando apañan de derechos cercenados a la otra parte.
El disidente tiene la razón, la tiene el valiente, el que hasta cierto punto de inflexión, consiente en tolerar desatinos de desatinados, a los que le apesta la sobaquera repleta de ignominiosos golondrinos.
Males de condado, que sueña con las glorias del reino, y en el sueño se embriaga de liberticida pesadilla, y hace victimario a la víctima de su calentura de poder, de sus ínfulas de raza, corrompida con tanta burda chanza.

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