jueves, 5 de julio de 2018

Dimas


Dimas, era el chofer de los Faustos, él también vivía en Villa Colorá, su habitación estaba cerca de la cocina, cerca de las alcobas de las tres criadas. Dimas, desde que llegó el día de San Bertol a la casa, la nieta de la Crisanta, la miraba goloso, consciente de su poderío de macho, de su viril furia sin competencia, en aquella casa de mujeres.
Dimas era chico para casi todo, aunque su tarea principal era conducir el auto para llevar a Doña Benita, a San Pablo todas las mañanas, a los negocios que tenían los Faustos en la Calle Real de Tiendas.
Eran los negocios los que mantenían distraída y ajena a las catástrofes encadenadas a Doña Benita. Catástrofes que habían acontecido a los moradores de la Casa Colorá, a la casta de los Faustos. Benita, a pesar de los malos tragos, poco a nada se ausentaba de su oscuro despacho en el inmueble número 13 de la Calle de Tiendas, sobre todo desde que Fausto se fue, de un día para otro, sin síntoma alguno de que padecía algún mal. Fausto se evaporó dejándola encinta y ella se agarró a lo único que tenía, a los números, a las cuentas de su marido, a su oscuro despacho, al número 13 de la calle de los tenderos.

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