domingo, 15 de julio de 2018

La Rica


Maria Luisa, La Rica, como la llamaban todos en San Pablo de Veragua, aunque hacía mucho tiempo que había dejado de ser hacendada. La Rica que conservaba intacto su porte, poseía un muy menguado patrimonio, en el que destacaba su palacete palladiano del Risco de Infantes y su casa solariega en la calle Conde de Wren, casona  muy deteriorada y que La Rica, había convertido en la fuente principal de sus menguantes ingresos, al dividirla y alquilarla por cuartos a familias de obreros y funcionarios municipales, que tenían la posibilidad de vivir en el centro, en aquel edificio de altos techos y paredes repletas de frescos, en aquellas logias en las que ahora ondeaban las blancas sábanas de las coladas tendidas por los humildes, por los nuevos moradores del palacio de los Iruña de Garay-Monegros.
Los desvelos de María Luisa Iruña de Garay-Monegros estaban centrados en mantener el esplendor de su casa de verano, el Palacete del Risco, esplendor que a pesar de sus esfuerzos también languidecía, languidecía como ella, heredera sin herederos, heredera con raquítica heredad.
Los Iruña, comenzaron su declive hace ya muchos años, cuando el abuelo visionario, gastó gran parte su fortuna en La Casa de la Luz, como llamaban a la fábrica de corriente eléctrica, fábrica que Melquíades Iruña construyó en La Peña del Águila, en el salto de agua de La Cervigona. El proyecto terminó siendo un éxito, pero la alegría duró poco, pues a los diez años de que Melquíades culminará su empresa, el Caudillo construyó un gran pantano en los Llanos del Oeste, inundando el Valle de Riberas, las mejores tierras de Los Iruña, que a pesar de que les fueron indemnizadas, fue un golpe patrimonial del que nunca se repusieron, el dinero se esfuma de las manos y los saltos de la gran presa arruinaron La Cervigona y la posibilidad de que La Casa de la Luz amortizara la inversión que Melquíades había metido en su puesta en marcha. Sin fincas y con una fábrica de luz que ya casi no servía para nada, pues se había quedado sin salto de agua. El Caudillo y su Gran Presa, se lo habían robado, con aquel pantano que también se había tragado las tierras de la familia.
Así fue como comenzó el declive de Los Iruña de Garay-Monegros. El dinero de la indemnización, el temeroso de Calixto, no lo invirtió. Y Melquíades, tras la ruina de La Cervigona, se trastornó y se encerró en los cuartos altos de la Casa de Conde de Wren y se comenzó a diluirse en aquel monacal aislamiento, en aquel emparedarse en vida, en aquellos desvanes, a los que se le subía la comida como si se tratara de un preso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario