martes, 3 de junio de 2014

Satelites

Satélites, que como moscones entorno a ti orbitan.
Nubes de pelotas, aduladores de oficio.
Tener un manojo de llaves eso atrae.
Serviles trepas.
Corredores que tras la estela del que vence al aire avanzan.
Agazapados traidores que en la desdicha nunca te acompañan.

El humano sublima

Sentencias que saben a miel.
Castigos que nos hacen alcanzar la gloria.
En el libre albedrío solo el caos prospera.
Solo si a la túnica anudas el cíngulo marcaras cintura.
Es en la negación donde se doma el espíritu del triunfador.
Es en el ceñirse a las reglas del juego donde se mide el campeón.
El animal satisface.
El humano sublima. 


Me zahiero con los besos que llevan tu carmín

Me lastimo en la extraña tersura.
Me zahiero en la belleza de las barras de luz azul.
Me zambullo en el sueño del olvido, olvidando que eres el referente de la comparación.
Manos que te remedan, manos a las que suplico que te remeden.
Besos, sin tus labios, llevando tu carmín.
Es en los duermevela cuando más me desvanezco.
Y creo estar con quien ya no estoy.

lunes, 2 de junio de 2014

Cain


Temo la quijada de asno.
Temo  sobre todo al que la empuñará.

La corriente imperante

Un canto se hace rodado no por propia voluntad, si no por que lo arrastra y acaricia un rió.
Vida que domas y pules.
Vida que obligas y fuerzas a estar en un cauce, a vivir en un río.
Nacemos en la torrencialidad, entre caricias domadoras de agua.
Nacemos en sociedad.
Nacemos insertos en una imperante corriente.
Nacemos para ser domados o nadar contracorriente.

Los buitres vuelan en circulo

Los buitres no se cansan de volar en círculos.
Porque saben que tarde o temprano seremos cadáveres.
Incapaces de ultrajar en vida esperan a la muerte.
Sucia calaña de denostadores.
Tribu inmunda que buscan la victoria en la renuncia.
En la batalla del último suspiro.
Batalla que el buitre sabe de antemano, tenemos perdida.

El vulgar chapado electrolítico

No somos metales que podamos ser refundidos.
Con el cuño con el que nacemos, morimos.
No nos hace más valiosos el vulgar chapado electrolítico.
Monedas apreciadas.
Monedas despreciadas.
Monedas ignoradas.
Que nada cuentan.
Que ni se cuentan. 
Calderilla.
Nada se trasmuta y ningún alquimista convierte níquel en oro.
En esencia, nada cambia su sustancia o sustancialmente nada cambia.
La moneda que te ha arruinado la vida hoy. 
Si le das otra oportunidad te la volverá a arruinar mañana.

La exposición de las coronas

Es un laberinto el destino.
De golpe en una pared se abre una puerta que trastoca el futuro.
Uno a veces puede eligir la disposición de los vanos.
Pero la mayor parte de las veces, son los vanos los que eligen nuestra disposición.
Caminos de coronas de espinas.
Caminos de coronas de plomo.
Encrucijadas en las que se burlan de nuestra corona.
Burlas que se acallaran al vernos regiamente coronados.
Altísimos puestos que conllevan altísimas responsabilidades.
Pesadas y bellas coronas que son brillo y tortura.
Expuestas primeras filas de esforzado estar, de correcto ser.
Criticadas primeras filas, por los sin fila, por los desclasificados, por los que revuelven el río para atinar a cambiar el modo del actual estado.


El peso de las coronas

Gravitacionalmente hablando, las coronas tienen un peso.
Son coronas de plomo, pesadas cargas que la ignorancia envidia.
Llana transcurre la historia cuando las cabezas coronadas protegen el llano.
Donde no hay reino hay barullo.
Donde las cabezas rotan todo se trastoca.
Las torres producen sombras pero son también el referente del llano.
En la disparidad es la corona el cemento que nos preserva de la dispersión y el desamparo.



Se esfuma el reino de la calma

Podridos que su contacto todo lo pudre.
Sombras que desean que en las tinieblas todo se suma.
Olvida el corrompido el motivo por el que se corrompió.
Mareas agitadas por las envidias.
Terremotos de agitadas calamidades.
Miedo da el vació al que nos empujan los radicales.
Calma que entre vahos de azufre te esfumas.
Sangre que para ser derramada se prepara.

Mismidad

Luce el sol pero siento que he amanecido en un día de socorro.
Con la boca cerrada pido auxilio.
Es mi sino no saber pedir.
Soy presto a atender suplicas y negado para el ruego.
Nada imploro, ese es mi talante.
Hay puertas que nunca se me abren, porque nunca he llamado a ellas.
Maldita autosuficiencia que vicias mi aire de mismidad.

domingo, 1 de junio de 2014

La calle

La calle es un estomago.
La calle es un corazón.
Necesita ser alimentada.
Necesita ser querida.
La calle es una voz.
Necesita ser escuchada.
Cuando se pierde la calle.
Se pierde el granero.
Se pierde la gallina de los huevos de oro.
La calle es un rió tranquilo.
Si su cauce es tranquilo.
La calle es un río revuelto.
Si quien la rige la chotea.
La calle alza.
La calle hunde.
No te sirvas de la calle.
Porque eres tu el que a la calle sirve.
Servidores que no veis las turbulencias.
En el mar de las iras que creáis os ahogareis. 

Tras las arengas que llaman a la guerra no hay nada de grandiosidad

Si reparásemos en la trastienda de los conflictos de cuantas ofuscaciones nos libraríamos. 
Son complejas las discordias.
No son las disputas meridianas como la manzana de Paris.
Aun así tras la manzana hay más recodos de ofensas.
Tras las netas fachadas. 
Banderas enarboladas por el arrastrado sumiso.
Mero peón en tablero de la batalla.
Carne de cañón que el cualquier bando podía haber caído.
Y bajo cualquier bandera haber luchado.
Existe hangares de miserias simples, ramplonas, podridas en la estanqueidad de guardar, para mañana en frío vengar.
En el vicio de no resolver lo pequeño amontonamos engendros en el congelador del rencor.
Las grandes tormentas no solo se ven venir, si no que además solventando el detalle se pueden evitar.
Tras las arengas que llaman a la  guerra no hay nada de grandiosidad.


El soberbio relato que es el rostro curtido

Pierde la belleza la batalla, cuando en la parálisis facial busca amparo.
Se detiene el gesto, pero no se para el tiempo.
Se esfuma el encanto en la idónea mueca. 
Congelada para volver a atraer moscones pretéritos.
Moscones que de nosotros ya se han olvidado.
Remedamos armas que solo la juventud posee.
Y olvidamos la belleza del terreno labrado.
De los surcos donde germina el poder de la sapiencia.
El magnetismo del soberbio relato que es el rostro curtido.

Gavilanes asidos a sus presas

Por sus sirvientes les conoceréis.
Por sus cargas les veréis venir.
Gavilanes asidos a sus presas.
Presas que consienten en estar asidas.
Me escuece el estigma de la palma.
Mano que estuvo cautiva.
Mano que sirvió en un séquito.
Caravanas que en el hierro encuentran amparo.
Suerte de pastores.
Pastores que en el favoritismo reparten suerte.
No se desenreda el esclavo fácilmente de las redes que lo apresan.
Quien a vivido siempre a la sombra no es consciente de que existe el sol.
Protegidos en la caverna, anulados en su protección.