martes, 18 de diciembre de 2012
Manuel Mujica Láinez
Merced sin fin de ciega justicia.
Estoy rodeado de almogabares y nada temo.
Razones de calle oscura que hacen insostenible la quiebra.
Mandarinas verdes.
Golondrinas que retiraran de mi corazón las espinas.
En las zancadillas del mal amor.
Donde medra la injusta revancha.
Represa de ofensas que en el zaleo de sargazos me ahoga.
Se que la escoria oculta un cándido infante.
Encuentralo o mi condena sera perpetua.
Declinare el perdón.
La brumosa ofuscación bruñe bronca mi mística venganza.
No te atacaré, esperaré que el destino te ataque.
Sombra azul para una mirada nada celeste.
Asías, tan lejos, sin prisa, sin pausa, sin nada.
Celestial ausencia envuelve tu presencia.
Peces gordos que devoran morganitas, tanzanitas, espinelas y berilos.
Alimentan permanentemente el brillo de sus escamas.
El brillo para brillar devora brillo sin cesar.
Hoy en tu dedo campea un escarabajo, mañana conversara con Zeus.
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