Los monstruos de mi alma nunca duermen y me torturan hasta el amanecer.
Me delatan las violáceas ojeras, estigma de autoinfringido martirio.
De mi presa soy preso, mi derrota me derrota.
Soy mi yugo y aro noches y días sin termino el infierno de mis decepcionantes afectos.
Dolorosa sarna de traiciones.
Sudor frió en mi nuca que me impide parar en el precipicio.
Olas verdes.
Tierra parda.
Agraviado me abrazaré a mi mismo buscando en mis brazos el único consuelo.
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