Coronado de espinas.
Por las manos sucias.
Por las almas barbaras.
Toda defensa conlleva un martirio y yo me martirizo en aras de mi defensa.
Plaza de vientos de nieve.
Plaza de sangre.
Sitiado en la torre de la casa del can.
Entre acantos y cintas.
Entre el último cáliz y mil santos de últimos suspiros de alcoba.
Entre libros con rosas y pensamientos.
Entre anillos empeñados para ver un nuevo amanecer, probablemente más frío que el anterior.
Entre tarjetas de desterrados.
Entre fotos de olvido.
Solo recordados en la epidermis de un can, en al belleza de Pepito Pop, en la luna de oro, en un sol de plata, en la mantilla de la abuela de alguien, en las frases sueltas de mis cuadros.
Te quiero.
Te perdono.
Ya te olvide.
Vendas sin heridas.
Heridas sin vendas.
Todo honor y toda gloria para la prole y su ralea de escoria.
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