Soy un pobre mendigo con la cabeza muy alta.
Altitud de nieves perpetuas.
Secreciones de alacrán en la puerta de mi casa.
Siento unas enormes ganas de triunfar, en el tablero de la verdad, con la divisa verdadera, con el mando del rey, mi Dios.
Nervioso e inquieto, interiormente lloro, arrastrando este haz de lutos de asesinas arpías.
No advertí mi vulnerabilidad hasta que no vi mi flanco débil rendido.
En el chaparrón de mentiras.
Soy el último entre mis iguales.
Y el igual de los últimos.
Arrecia el temporal y preparo mi exilio.
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