Olía a madera fresca.
En el fragor de las tétricas y amenazadoras rocas.
Enmudezco en el ritmo inconstante.
Alborozado frunzo los labios.
Es mi torpeza en los saltos.
Estoy otra vez con las rodillas en el suelo.
Implorando misericordia.
Mi ojo izquierdo, vigila la amenaza siniestra.
Rebeldes manchas iluminadas por la linterna de la gallonada cúpula.
El amenazador tetramorfos desde los lunetos me observa.
Las dos muertes.
Mis dos muertes.
Decepción sin dolor.
Falta de espacio y tiempo para hacer una purga.
Humedos rumores sobre mi acúmulo de infortunios.
Víctima de las desdichas de mis propias limitaciones.
Nada temprano, quizas muy tarde.
Desmoralizado ante tanto fraude.
Frío en el incendio, que me priva de la vida terrena.
Cenizas de frío que me privan de la gloria eterna.
Congoja en este frío yacer en el fresco mármol del suelo.
Trampa de mis miedos de hielo.
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