Las mentiras se retroalimentan en los salones de los intereses innobles.
Acecha el colapso a lo no esclarecido.
Zancadillas, palos en las ruedas, empellones para la sencilla verdad.
Protegida de la lluvia roja de la sangre de los heridos y martirizados por las elaboradas calumnias camina la indigna pero erguida de soberbia falsía.
Quien tendrá el valor de enmendar la plana a la vertiginosa corriente que todo lo engulle.
El que no porta armas, ni embauca y con sencillez explica, que complicado tiene hacerse eco y encontrar púlpito.
La credibilidad del artificio, del oropel, del ruido, de las soflamas y las incendiarias tracas.
La verdad no es de este mundo cerrado y obtuso, que se abandona el los ismos anunciadores del vórtice del abismo.
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