Nada de lento a la cólera.
Nada de rico en piedades.
Nada de lo que me pide mi Dios hoy albergo.
He amanecido en desatada tormenta.
En un campo de truenos.
Cercado por regueros de pólvora.
Extramuros, tras los limoneros de luna.
Huele a carne quemada.
Son las baladronas quemando santos.
Brasas cadentes que laceran la carne pura.
La carne de los corderos sin macula.
Desmonta la tropa de zainos la torre del este.
Hemorragia de sangre pura.
De sangre roja de mártir.
De sangre sombra, que eclipsa las malas acciones con su inactiva presencia.
No te soportaran los toneles de inmundicias.
Porque eres el espejo de purezas.
Que les recuerda perennemente su zafia existencia.
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