Corona de punzantes espinas y embustes.
Tiara de brillantes de cólera.
Me desnorta la corona del daño.
Me desnorta desfilar entre los niños con las bocas sucias que ladran.
Estremecido ante el corpulento monstruo de siete malvadas cabezas.
Si zorras son las hijas más zorra el la vieja pelleja de la madre alcahueta y partera de infundios, esparcidora de cizaña.
Escucho las risas atropelladas bajo los retumbantes y tóxicos tejados de uralita.
Guarida de ratas, alacranes y cucarachas que campan anchos en el viciado humedal.
Me enerva el desamparo ante la horda del escay y los falsos y herrumbrosos tous.
Ladran a mis puertas las que Satan bautizo con el agua de fregar letrinas, con los vómitos de los progenitores borrachos, con los fluidos mal olientes del lupanar donde nacieron.
Duermen las alimañas con la cama pegada a la ventana para mañana temprano ya poder rajar.
Vigías de farolas y de santorrostros que cuando os atisban se espantan.
Pensamientos de plomo que enturbian el aire en este túnel tan angosto.
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