Son tus casas las de una sola puerta, las fáciles de vigilar.
Todos pueden ver con quien entras, con quien sales.
Son tus casas las claras de cal, las netas, las rasas.
En la plaza, en el llano, en el cerro, cara al sol de la mañana.
Son tus casas las que no mienten, y el asedio de la mentira en ellas es fácil de desmontar.
Pero aun así ante tus rosales, el celoso inventa chismes, duros chismes de alcahueta ociosa, para dar sombra a tu plaza y a tu porte.
Y a tu nombre el viento de callejuelas oscuras lleva fusca, para envenenar tus rosas y manchar tu santa casa.
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