Bribonadas de canallas.
Brilla mi casa de ausencia.
Brillantez de partida.
Ganada por los bergantes.
La calma de los naranjos solos.
La calma de la sola higuera.
Las ya desangeladas escaleras.
Y las plantas que en sus tiestos fenecen.
Ya no ladran los canes bonitos, esos que nunca ladraron pero que a su amo tanto quieren.
Ya no viven en la casa de mis tesoros.
Ya no vivo yo en lo alto de todas las escaleras.
Envidia al alto del que siempre fue bajo.
Ya hemos partido, expulsados por el exagerado desplome de un sistema que ni si quiera recuerda que un día hubo un fiel.
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