martes, 12 de noviembre de 2013

La flor negra


Cañonazos al cielo para derribar ángeles.
Hachazos de las asesinas presencias.
Me persiguen las rameras asiduas a las tabernas.
Las vulgares, de las pupilas dilatadas tras la ingesta de vinazo y chocolate.
Sopor de jergón de chinches y juegos para saciar el otro hambre, el hambre de la negra flor.
En la mesa de noche los anillos de verdín, pacotilla con catarros vaginales sudada.
Y en la silla del mamporrero, el abrigo sintético lleno de corridas y cotelas.
Todo chillón en el mundo de abajo.
Todo adquirido en el mundo oscuro de la abundante carne.
¿Que puedo yo envidiar a tan alta caterva.?

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