El dilema está en perfeccionar o en ocultar la imperfección.
Por obra y gracia del bisturí, hoy hay mucho perfecto.
El juego de la ocultación es más complicado y requiere un esfuerzo diario.
Es revelador con que facilidad nos convertimos en producto y nos vendemos, sujetándonos a normas de etiquetado, estuchado y contenido.
Es la paradoja de la evolución cuanto más elevado es todo, más exigencias de contenido y forma.
Cada vez somos menos naturales y auténticos.
Protocolos que demandan victimas.
Humanos que pasan por el aro de la puntual y efímera tendencia.
No os dais cuenta que la mayoría aplaude los comportamientos mayoritarios.
Independientemente de cuales sean esos comportamientos.
Y que los cambios son siempre promovidos en unos alambicados procesos por una minoría influyente.
No veis que tras los cataclismos que todo lo trastocan hay muchos seguidores sobrevenidos.
Jaleadores de ayer, jaleadores de hoy.
Que no te martirice la tendencia porque es efímera.
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