Arraso el rayo la promesa labrada en sudor de siglos.
Te respeto la tempestad, y solo sutilmente te erosiono la caricia del salitre.
Siglos de gracia, siglos de pureza que en segundos devoro el incendio.
Madre que ves abierto al cielo tu techo.
La adversidad así lo quiso que veas la estrella de oriente.
Y que llueva en el transepto llanto de ángeles.
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