Se destruye un pueblo en un solo segundo.
Se derriba un templo en un abrir y cerrar de ojos.
Se desbarata el orden con la facilidad que tiene el colérico para montar en cólera.
Con la facilidad que termina el escupitajo en la cara del manso.
Todo queda arrasado como en un incendio.
Es una tacha que estropea la pulcritud de un escrito.
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