Porque razón mi Dios me tildaría con la inteligencia.
Dios mio que daño tan atroz y tan grande me has hecho.
La felicidad que da no pensar, no digerir, no diseccionar.
Que de aprobación recibe el que no piensa y solo se zambulle en el estanque de lo previsto, de lo previsible, del convencionalismo aplaudido y del canon manoseado y obsoleto.
Ser uno en la multitud y ver como la multitud no se suma a mi uno.
Sin interlocutores validos solo te queda hablar al futuro.
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