Hoy pasan inadvertidas las tragedias en el charco que es este valle de lagrimas.
Siento el rocío en la sequedad de mi rostro.
En la confusión del tumulto que coagula la circulación de la calle.
Paraliza la vida este oscuro día de orines y colores grises verdosos.
Hay silencio tras los petardos y los perros recuperan el sueño.
Mientras en las hileras de macetas llueve a cantaros.
Hoy no obran milagros las vírgenes de palo, llenas de lamparones de cera.
Hasta Dios descansa los días que llueve tanto.
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