Donde habita el olvido.
En los jardines sin dueño.
En las paredes de flores marchitas y cuadros ausentes.
Refugio de nidos de gorriones y palomas.
Ya nadie corre por los pasillos, ni se esconde tras los visillos de los salones.
En los descarnados mármoles, en los techos abiertos y en las puertas tapiadas para que no se escapen los recuerdos de los que ya viven lejos.
En el jardín de los afectos que tras heredar olvidan.
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