Manos amadas que entre caricias te invitan a morir.
La más dura carga hace a veces pensar en la huida.
La huida de un sufrimiento entre esperanza, que son los duros momentos de una enfermedad.
Atendemos por amor y corresponsabilidad, él tambien lo haría por nosotros.
Y desatendemos y nos desentendemos por egoísmo.
Solo se muere una vez y hay que dejar morir, no precipitar la muerte en el enredo de los cómodos paliativos y las sedaciones.
El último suspiro debe ser vivido, con la mayor lucidez posible y haciendo balance y despedida.
Querer es soportar el dolor del otro y su adiós.
Morir dignamente no es precipitar la muerte, sino esperar la muerte entre caricias de amor.
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