Los grandes dramas, comienzan siempre con una microtragedia.
Que el interesado sectarismo, azuza y prende como gran tea con la que incendiar el charco de malestar.
Siempre existe solución hablando, siempre sin fanatismo.
Siempre sin el enconamiento, sin la testarudez sectaria, que no concibe que fuera del propio exista otro pensar.
Miedo da el mundo por la proliferación de necios y el alto auditorio que estos sentimientos concitan.
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