En la penumbra donde los susurros suenan como gritos.
En la balsa de mis placeres secretos.
En las lenguas que cierran llagas.
En la rendida esclavitud de mi religión.
Que a solas y solo en mi alcoba de los Santos yo profeso.
En el limbo de mi casa.
En el desprendimiento más absoluto.
En la miseria que me hace Libre.
En el baluarte que me libra de la escorrentía.
En la cámara más intima, en mi recámara.
Donde solo llega el trino de las bandadas de gorriones que alimento cada mañana.
Donde la urraca amiga me cuenta tus devaneos al llegar el alba.
Sin ruido ya no hay molestias, ya no hay molestias sin ningún ruido.
Solo cruje en la ausencia de mi anterior nido, el buche agrio de las que por envidia montaron en cólera.
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