Damas que alivian la miseria humana con impecables guantes blancos.
Moscardones del brillo, del relumbrón de la caridad.
Filas terrenas ganadas en el altruista egoísmo.
No mancha el pobre, pero quizás destiña.
Recompensa de epítetos y curia.
De tardes de pastas y te.
Y de fiestas y bailes de beneficencia.
Ser santo en la tierra y tener altar, exige falsa caridad.
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