Hasta a las más bellas araucarias a veces las parte un rayo.
Líbrame Santa Barbara de las despiadadas tormenta.
Líbrame del infortunio del fogonazo de luz.
Líbrame de los que envidian mi altura.
Sálvame de la mano y el hacha.
Protégeme del hacedor de astillas.
Silencia al de la boca de huracán.
Calla sus mentiras y frena el rédito de la indesmontable calumnia.
En el ara de la cruz nuestra muerte amén Jesús.
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