Deliciosas y envenenadas palabras.
Manos ásperas de envidioso necio.
Me obligarán a caminar por el callejón angosto.
Deseáis verme moribundo.
Extravertidos farsantes.
Que gozosos mecéis el insulto.
Se retrata el que acumula piedras.
Piedras para lapidar en la cacareada calumnia.
Si renunciara al rezo, renunciaría a mi alma.
Pediré la extremaunción en el instante de flaqueza.
Pero no cederé al sitio del áspero necio.
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