Los segundos transcurren iguales hasta que llega el cismático, el cataclismo del diferente.
Y se descorre el telón de la tragedia.
El insoportable asumir que el que se va, ya a este mundo nunca vuelve.
No lo ves venir, no lo ves ni irse.
Pero sabes perfectamente lo que ese fatídico segundo en sus fauces prende.
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