El tiempo pesa.
No queda nadie sin conocer mi habitación.
Nadie puede ya olvidar.
Lastima por la perra zalamera.
El hambre busca al hambriento para con él dormir.
Un lugar donde sola no descansar.
Y en el que me susurren palabras de alcohol sin nombre.
Mar de sargazos que acaricie mi curtida piel, que sigue pidiendo el riego diario del furtivo amor.
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