Como lamento no poder lamentarme.
Con la estridencia de las fulanas de las esquinas.
Con la algarabía enlutada de los corros de cuervos.
Con las alharacas de las meretrices que cataron la cumbre vendiendo moqueros.
Como lamento no poder dar alaridos en la plaza publica.
Y ser jaleado por el vulgo que ante la ordinaria ola hace peligrosa marea.
Como lamento el comedimiento que mi cuna me dio.
Comedimiento que hace que no tenga hambre de aplausos.
Comedimiento que me aísla en la burbuja del tranquilo silencio.
En el confort de la ausencia.
En la casa sin nada donde celestial suena el susurro.
Como lamento estar enquistado en el atrofiado hedor de la chusma.
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