No es eterno el caminar erguido.
O nos doblan los golpes o nos dobla el tiempo.
Doblan las campanas en la miel de otoño.
En el olor a níscalos que viene del pinar.
Caminar recto de días contados.
Para terminar descansando tumbados en el frío lecho.
A las cabezas altas las diezma del mismo modo la Parca.
Pero el que caminó entre la cordura de los valore, deja en su partida un fresco aroma.
Huelen a perfume los renglones últimos, de su testamento.
Flotan eternos los besos del bondadoso.
Porque es así, uno solo siente liberación, cuando parte el zafio.
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