De inmediatez, fracaso y largas temporadas de hastío.
No todo pude ser breve, no todo se debe abandonar a mitad de curso.
Cursamos baja a los estados con impaciencia de infantes.
Con la racionalidad del más necio.
Hay estados que son dramáticos, pero muchos de ellos los dramatizamos.
Sometiéndolos a guiones televisivos que nada tienen que ver con la realidad.
Es la perdedora impaciencia la que nos pierde y nos hace pasar largas temporadas en el dique seco.
Diques secos de afectos y rutinarias caricias, que no por mil veces vividas olvidamos con facilidad..
Buscamos frescura en los aromas prohibidos.
En las propuestas escabrosas.
En la mañana primera, que por pretérita ya no vuelve.
El otoño pide hábitos otoñales.
No toda nuestra vida es verano.
Obsolescencia programada de afectos, vendida como salvifica por un relamido telepredicador.
No tires por tierra lo que está en pie, por las soflamas de un irreflexivo vendedor de consejos.
No desmanteles el campamento sin a solas con tu amor, una solución decidir.
El retorno no existe sobre todo cuando se ha derretido en el forzado estío el pretérito firme.
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