Todo tarde o temprano amaina.
Hasta las olas más impetuosas, las que más destrozan.
Mueren rendidas en la arena del pudridero de furias que es la costa.
Vigor caduco que hoy invitas al pavoneo.
Que portaré mañana como estandarte, cuando tu ya no estés.
Todo es ansia en la bravura.
Y así muere en la estocada.
Pues no es nada la fuerza desmedida.
Si no es regida por la calmada cordura.
Corriente y contracorriente crean el propicio cauce.
Hay que entrar en cintura lo desmedido.
O fenecerá rendido tanto vigor contra el escollo de las ásperas e infértiles rocas.
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