Es el vició de la mano libertina el que pierde a mucho gran hombre.
Es el vicio por la mujer fardona el que eclipsa la impoluta estela.
Manos que terminan presas por adornar de brillos el corazón de urraca de la amada.
Nada sacia, nada llena, nada colma el desmedido foso que es el ansia de la titiritera.
Caras almejas, caras chirlas, caros caprichos que pagará el preso, pero que muy, muy caros.
Amores que solo te acompañan en el recibir y te abandonan en cuanto les toca dar.
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