Vivimos etiquetados.
Encerrados en un dramático cubil.
Miedo nos da protestar.
Y dirigimos nuestra queja entre mil ambages.
Nos instiga el aprisco de las maledicencias.
Cercos que permitimos que nos construyan.
Tarros de los que no nos atrevemos a salir.
Ríos que suenan y agua no llevan.
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