Como se desgastan los cordones de tanto atarlos y desatarlos para emprender el camino, así se desgasta el cordel de la vida, se desgasta en muchos días de caminatas inútiles, en largas jornadas de pies cansados y manos vacías.
Se deshilacha la vida en el labriego mercar, en los viajes forzados que impone el anhelo, el hambre de dicha y un magnético norte llamado amor.
Se decólora el verde esmerada, la confianza, la fe, y se camina arrastras en los tramos sin esperanza, baches que se hacen eternos, que recorremos forzándonos porque a pesar de la dureza y la derrota sabemos que hay que salir.
Se desvanece gastada la ilusión de la frescura, curtida por el frío de la sierra, de los caminos que serpentean para poder ascender.
Y llegamos a ser humus con los cordones rotos, con los colores virados en sepia y un aura de polvo que nos recuerda la esencia del ciclo de nuestro ser.
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