Me castañetean los dientes en este frío de amanecer de asalto.
En esta resaca de chusma, de circo y de hienas.
En este almizclado aroma sórdido.
La cara abofeteada de la loca vestida de sangre.
La fetidez de su aliento de azufre.
Sus envestidas de chafardera.
Que poco calor tiene su alcoba cuando se desfoga sola.
Azuzados en los vulgares espasmos de un oleaje de ruido y notas mal leídas.
Explicaciones no pedidas a observaciones no hechas.
Se percibe canguelo, olor a diarrea, ante el pánico que provoca el que sabe leer.
Se vapulea a las victimas diciendo de ellas cicateramente que son verdugos.
Y los reales verdugos se duelen del fracaso de su treta y se hacen las victimas.
Mundo de rasposos que como jauría braman.
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