Se trenzan las calamidades.
En los ensortijados rubios de potasa.
Culebrean los adornos de calamina.
Son sinsabores de las manos del culero.
Craquelada estima de convidados al olvido.
El jaco que reza a la guadaña.
Convergen en la plaza los nervios sin doma.
Los odios que atan a un pueblo que sin futuro se deshilacha.
La comparsa de carrilanos que niegan el tren del progreso a una sierra agónica.
Se acicala el pelo la indecencia, sentada sin tronío en la primera fila del velorio.
Anquilostomas que anemizan la caridad.
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