Mi boca seca por las llamas, guarda silencio.
Depredadores universales.
Universalmente depredados.
Misivas silentes para alertar de tragedias.
Epístolas para propiciar por la guerra imponer la paz.
La paz, palabra rebozada de miel, que encierra los concordatos de la rendición.
No ceja el virus en su afán de infectarnos el alma.
Por eso la paz los mantiene a raya.
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