Cuando el corazón duerme entre espinas.
Bullicio de reyes en sombras.
Es la casualidad una gran ofensora.
Lacónico adiós de cauteloso olvido.
Todo se desarraiga en las lluvias primeras.
Y corre por la ladera el limo negro.
Lodos que tiñen, entre hojas de vida breve, el agua risueña.
Sin florecer se marchitó la mano hermana.
Sin fruto se va a dormir el roble el largo invierno.
Se calcinaron los caracoles del acanto.
Se calcinaron en un abrazo eterno.
Coronas de zarzas negras para el príncipe de los cuervos.
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