Determinados obscenos bailes reclaman hoy también proféticas cabezas.
Orondas Salomes que mecen sus celulíticas moles al ritmo de la ira.
La ira de ser, la ira de no ser, la ira que provoca envidiar.
En bandejas de acero inoxidable, pieza clave de sus vulgares ajuares.
Todo tiene su panoplia y esa es la que marca la escenografía y el baile.
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