Sobrevuelas los pájaros de acero las cenizas del averno.
Intentan sofocar la calcinadora horda de llamas saturnales.
No hay Perseidas si no incendiarias pavesas.
Extrañas estrellas, nada fugaces que riegan el monte de nuevos focos de virulencia.
Lagrimas de San Lorenzo que nos recuerdan su martirio, su pira.
Fiestas de fuego, de forzada mudanza.
Atentado de iracundos desalmados que nada pierden y su rencor e inquina con este dolor colectivo calman.
Ni Dante hubiera imaginado un infierno peor.
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