miércoles, 11 de enero de 2017

La Calle de la Nava


En la calle de traseras de la Nava, se arremolinaba el vicio en las altas horas, se arremolinaban alrededor de las cuatro zorras que allí se ganaban el pan, zorras que rápidamente, el vinazo y los tragos de aguardiente ajaban. Dura existencia en aquella calle ciega, que moría en la casa que se pagaban los delitos, calle sin tránsito indiscreto y que permitía a los Vascones y a los Cuadrado, pajearse gratis con el hambre de unos hombres solteros, que incapaces de contener la desazón, en putas gastaban los bien sudados cuartos.
Mínerito, mínerito no gastes en fulanas los duros y perdidos años en los pozos del Volframio, busca una buena chavala que te ponga al llegar a casa una sopa caliente, te abrace en la cama y te lave el hato. Somos jóvenes sólo hoy y es muy largo el mañana.
La calle de la Nava era una calle sin puertas, discreta y creada con el único fin de llevar sin problemas los presos a la cárcel. Era una calle sin salida que moría en puerta trasera del presidio de pueblo, en los calabozos donde terminaban los pendencieros, y el que turbaba la calma del Valle de las Pozas.

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